- Natalia Aparicio
5.2.09
Título: Un paseo encantador (Niní Marshall)
Catita: ¡As noches!... Seré curiosa:¿me empresta el teléfono, si no le es molestia? Permiso. Viá llamar a mi novio(Marca), a ver si desde aquí tengo más suerte, porque hace una semana que no consigo comunicarme.¡¡¡Hola!!!¿Con quién hablo?... ¡El señor Benedito Provolone, si me hace el osequio... De parte de Catalina Pizzafrola a sus pieses… desde hoy una amiga más... ¡Se cortó!(Cuelga)¡Como andan estos artefatos!... (Marca)A ver si lo pesco en el garage... (Tararea una cancioncita)¡Hola!¿El senior Provolone?... La novia le habla... ¿Qué se fué al estranjero?... ¿Pero a cuál estranjero? ¿A uno cerca o al más estranjero de todos? ¿Ande se fue?¿Lo qué?¡Allí va usté, grosero!... (Cuelga)¡Hay cada uno má de cuatro!¡Es enútil! ... no me puedo comunicar con él.Desde el domingo, que me envitó a estrenar la camioneta que acaba de comprar, inoro su esistencia!
Me invitó a dar un paseo, y lo pasamos ragio, porque me se coló toda la familia así que en lugar de cargar sólo conmigo, tuvo que cargar con el cuerpo humano de mi amá, los cuerpo humano de los chicos y el cuerpo humano del perro. Y, sí, no lo íbamos a dejar, porque tenemo un perro guardián que cuando se queda solo, se muere de miedo, ¡pobrecito!¡Total que contando el perro y la gallina, éramos diecisiete pasajeros en la camioneta!...
Sí, a la batarasa también la llevamo, pa que se distrajiera, porque anda tan triste con la muerte de Gardel... ¡Sa, con la muerte del gallo, que le pusimo gardel, porque cantaba que era la locura!... ¡Y claro, la batarasa lo estrania!... ¡Cuando el gallo falleció, ella se enfermó con una fiebre, que hasta ponía los güevos fritos, de la fiebre que tenía! Buá, siguiendo con el paseo... La primera que subió fue mi amá.Pa entrarla hubo que sacarle la puerta a la camioneta, porque mi amá pesa ciento ochenta kilo, y de los kilos más pesados. Sa, no puede adergazar, a pesar de la indicación del dotor, de que coma bife con ensalada p´adergazar... ¡Y eso que la sigue con una costancia!... A la maniana, se toma su jugo de cirgüela, s u café con leche, pan y manteca, su fatura con marmelada, y encima su bife con ensalada p´adergazar... Al almuerzo, se come su cacho de bondiola, sus ravioles al tuco, su estofado con papas, su queso, su fruta y encima, su bife con ensalada p´adergazar. A la tarde, se manda su chocolate con crema, sus pasteles de durce, sus masitas surtidas y encima, su bife con ensalada p´adergazar... Y a la noche ¡a la noche está que revienta!... ¡Pero no adergaza!... ¡Así que entró a los rempujones en la camioneta, y al sentarse, le dejó un ujero en el asiento, que parecía una palangana!...
Me invitó a dar un paseo, y lo pasamos ragio, porque me se coló toda la familia así que en lugar de cargar sólo conmigo, tuvo que cargar con el cuerpo humano de mi amá, los cuerpo humano de los chicos y el cuerpo humano del perro. Y, sí, no lo íbamos a dejar, porque tenemo un perro guardián que cuando se queda solo, se muere de miedo, ¡pobrecito!¡Total que contando el perro y la gallina, éramos diecisiete pasajeros en la camioneta!...
Sí, a la batarasa también la llevamo, pa que se distrajiera, porque anda tan triste con la muerte de Gardel... ¡Sa, con la muerte del gallo, que le pusimo gardel, porque cantaba que era la locura!... ¡Y claro, la batarasa lo estrania!... ¡Cuando el gallo falleció, ella se enfermó con una fiebre, que hasta ponía los güevos fritos, de la fiebre que tenía! Buá, siguiendo con el paseo... La primera que subió fue mi amá.Pa entrarla hubo que sacarle la puerta a la camioneta, porque mi amá pesa ciento ochenta kilo, y de los kilos más pesados. Sa, no puede adergazar, a pesar de la indicación del dotor, de que coma bife con ensalada p´adergazar... ¡Y eso que la sigue con una costancia!... A la maniana, se toma su jugo de cirgüela, s u café con leche, pan y manteca, su fatura con marmelada, y encima su bife con ensalada p´adergazar... Al almuerzo, se come su cacho de bondiola, sus ravioles al tuco, su estofado con papas, su queso, su fruta y encima, su bife con ensalada p´adergazar. A la tarde, se manda su chocolate con crema, sus pasteles de durce, sus masitas surtidas y encima, su bife con ensalada p´adergazar... Y a la noche ¡a la noche está que revienta!... ¡Pero no adergaza!... ¡Así que entró a los rempujones en la camioneta, y al sentarse, le dejó un ujero en el asiento, que parecía una palangana!...
Título: Una mujer siempre dispuesta: La verdad sobre los cuentos de hadas
“¿Cuántas son las cosas que estamos dispuestas a hacer por un hombre?
Y no hablo de “el hombre”. Sino por cualquier individuo del sexo masculino que consideremos necesario que permanezca a nuestro lado por alguna razón, ya sea: amor, excitación, tranquilidad, compañía, diversión o, en el peor de los casos, porque un día nos olvidamos de decirle que se fuera, y ahora ¿para qué? Si a partir de que se compró los auriculares para la tele ya ni siquiera molesta.
Tal vez esto parezca una locura, pero les aseguro que las mujeres somos capaces de hacer 1.500 kilómetros en monopatín, si tan sólo sospechamos la posibilidad de encontrarnos con el amor de nuestra vida. Las madres, abuelas y tías de la familia se encargaron de leernos incansablemente cuentos y más cuentos de príncipes azules durante toda nuestra infancia. Y nosotras parece que nos sentimos en la obligación de mantener viva la ilusión de que un día nos suceda lo que a Cenicienta. O al menos lo que a Blanca Nieves, que a falta de príncipe azul, se consiguió 7 enanitos para irse de joda ¡Una que de pequeña la consideraba tan ingenua y modosita! Y ahora, después de tantos años, viene a descubrir que era una piola bárbara. Un hombre para cada día de la semana se consiguió la muy zorra. Es verdad que no eran Brad Pitt, y que eran más petizos que Dani De Vito, ¡pero eran 7! Yo ni siquiera cuento con un gnomo para salir los sábados.” (Del libro de monólogos: Amores en Fuga de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2005) Título: Te quiero pero como amigo (Fabio Posca) Hasta ahora pensaba que la peor frase que te puede decir una mina es: “Tenemos que hablar…”. Pero no, nada que ver, la peor frase que te pueden decir es: “Yo también te quiero… pero solo como amigo”. Eso significa que para ella sos el tipo más simpático del mundo, el que mejor la escucha, el que más sabe de su vida y sus más íntimos secretos, el ser humano más extraordinario de la tierra… pero que no va a salir con vos NUNCA. Va a salir con un impresentable, un hijo de puta, un pelotudo que sólo quiere culear con ella y cagarla permanentemente. Eso sí, cuando el otro se mande una cagada, ella te va a llamar para pedirte consejo. Es como si vas a buscar trabajo y te dicen: -Señor, es usted la persona idónea para el puesto, el que mejor currículum tiene, el más preparado… pero no lo vamos a contratar. Vamos a tomar a un incompetente que no sepa hacer nada y se mande una cagada a cada rato. Eso sí, cuando se mande una cagada: ¿lo podríamos llamar a usted para que nos saque del quilombo?’
Me pregunto, ¡¿qué carajo hice mal?! Fuimos al cine, nos cagamos de risa, pasamos horas tomando café… ¿A partir de qué café nos hicimos amigos? ¿Del quinto, del sexto? Mierda, eso se avisa. ¡Un café menos y ahora estaría en la cama conmigo! Para ellas un amigo se rige por las mismas normas que un tampón: porque podes ir a la pileta con él, montar a caballo, bailar… Lo único que no podes hacer con él, es el amor. Es que si lo pensás fríamente: si para una mina considerarte “su amigo” consiste en arruinar tu vida sexual, ¿qué hará con sus enemigos? (Monólogo recogido de http://www.taringa.net/posts/humor/1505526/Monologo-de-Fabio-Posca.html. Enero 2009)
Y no hablo de “el hombre”. Sino por cualquier individuo del sexo masculino que consideremos necesario que permanezca a nuestro lado por alguna razón, ya sea: amor, excitación, tranquilidad, compañía, diversión o, en el peor de los casos, porque un día nos olvidamos de decirle que se fuera, y ahora ¿para qué? Si a partir de que se compró los auriculares para la tele ya ni siquiera molesta.
Tal vez esto parezca una locura, pero les aseguro que las mujeres somos capaces de hacer 1.500 kilómetros en monopatín, si tan sólo sospechamos la posibilidad de encontrarnos con el amor de nuestra vida. Las madres, abuelas y tías de la familia se encargaron de leernos incansablemente cuentos y más cuentos de príncipes azules durante toda nuestra infancia. Y nosotras parece que nos sentimos en la obligación de mantener viva la ilusión de que un día nos suceda lo que a Cenicienta. O al menos lo que a Blanca Nieves, que a falta de príncipe azul, se consiguió 7 enanitos para irse de joda ¡Una que de pequeña la consideraba tan ingenua y modosita! Y ahora, después de tantos años, viene a descubrir que era una piola bárbara. Un hombre para cada día de la semana se consiguió la muy zorra. Es verdad que no eran Brad Pitt, y que eran más petizos que Dani De Vito, ¡pero eran 7! Yo ni siquiera cuento con un gnomo para salir los sábados.” (Del libro de monólogos: Amores en Fuga de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2005) Título: Te quiero pero como amigo (Fabio Posca) Hasta ahora pensaba que la peor frase que te puede decir una mina es: “Tenemos que hablar…”. Pero no, nada que ver, la peor frase que te pueden decir es: “Yo también te quiero… pero solo como amigo”. Eso significa que para ella sos el tipo más simpático del mundo, el que mejor la escucha, el que más sabe de su vida y sus más íntimos secretos, el ser humano más extraordinario de la tierra… pero que no va a salir con vos NUNCA. Va a salir con un impresentable, un hijo de puta, un pelotudo que sólo quiere culear con ella y cagarla permanentemente. Eso sí, cuando el otro se mande una cagada, ella te va a llamar para pedirte consejo. Es como si vas a buscar trabajo y te dicen: -Señor, es usted la persona idónea para el puesto, el que mejor currículum tiene, el más preparado… pero no lo vamos a contratar. Vamos a tomar a un incompetente que no sepa hacer nada y se mande una cagada a cada rato. Eso sí, cuando se mande una cagada: ¿lo podríamos llamar a usted para que nos saque del quilombo?’
Me pregunto, ¡¿qué carajo hice mal?! Fuimos al cine, nos cagamos de risa, pasamos horas tomando café… ¿A partir de qué café nos hicimos amigos? ¿Del quinto, del sexto? Mierda, eso se avisa. ¡Un café menos y ahora estaría en la cama conmigo! Para ellas un amigo se rige por las mismas normas que un tampón: porque podes ir a la pileta con él, montar a caballo, bailar… Lo único que no podes hacer con él, es el amor. Es que si lo pensás fríamente: si para una mina considerarte “su amigo” consiste en arruinar tu vida sexual, ¿qué hará con sus enemigos? (Monólogo recogido de http://www.taringa.net/posts/humor/1505526/Monologo-de-Fabio-Posca.html. Enero 2009)
Título: Las tres T
“Hasta la edad de 9 años yo no hablaba. Y no sólo contaba con 25 tics rotativos mensualmente, sino que además temía a cualquier cosa que pudiera causarme el mínimo daño físico, psíquico, sensitivo, perceptivo o emocional. Vale decir: Bichos, árboles, ventanas, balcones, bicicletas, aguas mínimamente profundas… pelopinchos; maestras jardineras, payasos, ancianos, ascensores, compañeritas de colegio… A decir verdad, a esas les sigo temiendo, pero por otras razones, etc., etc., etc.
Sin embargo, gracias a las tres T logré. ¡Sí, logre! Enfrentar mis miedos: Tenacidad, Teatro, T… erapia. ¿Saben lo que significa ir a terapia a partir de los 9 años? Sencillo: mantenerlo el secreto para no avergonzar a los padres, porque aunque ellos tratan de convencerse, y por ende convencerte, de que: “Vos no vas a terapia porque tenés problemas, sino porque sos una niña especial”. Vos en el fondo sabés que sos una niña especialmente problemática.
Hasta la edad de 9 años yo entraba y salía como quería. Fue descubrirse que había cumplido 9 años para prohibírseme la entrada bajo pretexto de que yo antes veía y ahora veía y además hablaba. Por ende, estuve 9 años para poder hablar y el resto de mi vida -que no pienso decir cuanto fue- intentando no callar.
¡¿Ansiosa yo?! Sí, soy ansiosa desde antes de nacer, ¡con decirles que nací ochomesina!... Y lo primero que descubrí al salir amarilla de la vagina de mi sufrida madre fue que: “Cuando suena la campana, te sacan hasta el banquito”... (Fragmento del unipersonal: Mi vida en Vuestras Manos de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 1999 a 2003)
Título: "Los pies" (Luis Piedra Hita) Allí donde empezó todo
Existen unos pequeños seres de los que, poco a poco, nos hemos ido distanciando: los pies.
Cuando nacemos nos llevamos muy bien con los pies. Los bebés, cuando están en la cuna, se dan besos en los pies, les dan la mano… Es como si se saludaran a sí mimos pero por el otro lado, como si aún no tuvieran claro qué va ser lo de arriba, la cabeza o el culo. El bebé te mira desafiante, como diciendo: “Pues yo le doy la mano al pie. Hazlo tú, a ver si hay huevos”.
Al final, a los pies les toca abajo. Nosotros vamos creciendo, la estatura se nos sube a la cabeza y los pobres pies se van quedando allí lejos. Cada vez que hay que bajar a hacer una gestión a los pies da mucha pereza. Ponerse los calcetines, atarse los cordones… Cuando uno se ducha, raras veces se frota los pies. Te frotas el pecho, los brazos, el cuello, miras para abajo, ves que toda el agua jabonosa va cayendo en los pies y piensas: “No hace falta que me agache. Ya con eso llega”.
Cada año que pasa, nos separamos más de ellos. Dicen que la distancia hace el olvido, de hecho, ¿alguna vez os habéis fijado en los pies de los abuelos? Es como si estuvieran abandonados. Para mí que ya no se acuerdan de que tienen pies.
Sin embargo, a lo largo de nuestra vida los pies no dejan de hacer cosas para llamarnos la atención. Un día vamos caminando descalzos por casa y el dedo meñique se lanza de cabeza contra la pata de la cama. ¿Para qué? Para llamar nuestra atención. Otro día al pie le da por generar caviar. Y si ve que no le hacemos caso, el pie se duerme. ¡Aunque sea de día! Es un fenómeno fascinante cuando se duerme un pie. Es como si en las venas, en vez de sangre, tuvieras agua con gas. Notas las burbujitas.
El pie quiere jugar, como cuando bajamos a cortarnos las uñas, que el pie nos las lanza disparadas para que las busquemos, como el que le lanza una pelota a un perro. Lo que pasa es que es imposible encontrarlas, pues las uñas tienen forma de bumerán. Una uña sale disparada, la ves, sigues la trayectoria, calculas dónde puede caer, pero a mitad de camino vuelve y te rompe los esquemas. Es como cuando haces que lanzas una pelota a un perro, pero en realidad no la lanzas.
Los podólogos son los únicos que dedican tiempo a los pies. Son tíos raros. ¿Para que necesitan la bata blanca? ¿Qué parte del pie creen que les va a salpicar? Un tío que corta uñas de los pies no necesita una bata blanca, necesita gafas de protección. Los podólogos ven todas las cosas que hacen los pies, sobre todo, los pies de las chicas, que hacen cosas muy raras. ¿Por qué el dedo meñique de las chicas tiene filo? Están afilados como cuchillos, no deberían dejarlas subir a un avión con esos dedos. Creo que las chicas, cuando no las vemos, patinan descalzas sobre hielo, por eso cuando se acuestan tienen los pies tan fríos. Eso, o es que las venas sólo les llegan hasta los tobillos.
Los pies llaman nuestra atención para demandar cariño. Un día estás calzándote un mocasín, metes un dedo de la mano a modo de calzador para que entre el zapato, y el talón te lo aprisiona. ¿Para qué? Para que no te escapes, para estar un ratito con nosotros.
Deberíamos prestar más atención a los pies y a los zapatos. Si lo hiciéramos nos daríamos cuenta de que los zapatos y los pies dicen mucho de la economía y la salud moral de este planeta. En este mundo sólo hay dos tipos de países, aquellos en los que hay más pies que zapatos y aquellos en los que hay más zapatos que pies.("Los pies" del libro "Dios hizo al mundo en siete días... y se nota" de Luis Piedra Hita: http://luispiedrahita.com/blog/)
Sin embargo, gracias a las tres T logré. ¡Sí, logre! Enfrentar mis miedos: Tenacidad, Teatro, T… erapia. ¿Saben lo que significa ir a terapia a partir de los 9 años? Sencillo: mantenerlo el secreto para no avergonzar a los padres, porque aunque ellos tratan de convencerse, y por ende convencerte, de que: “Vos no vas a terapia porque tenés problemas, sino porque sos una niña especial”. Vos en el fondo sabés que sos una niña especialmente problemática.
Hasta la edad de 9 años yo entraba y salía como quería. Fue descubrirse que había cumplido 9 años para prohibírseme la entrada bajo pretexto de que yo antes veía y ahora veía y además hablaba. Por ende, estuve 9 años para poder hablar y el resto de mi vida -que no pienso decir cuanto fue- intentando no callar.
¡¿Ansiosa yo?! Sí, soy ansiosa desde antes de nacer, ¡con decirles que nací ochomesina!... Y lo primero que descubrí al salir amarilla de la vagina de mi sufrida madre fue que: “Cuando suena la campana, te sacan hasta el banquito”... (Fragmento del unipersonal: Mi vida en Vuestras Manos de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 1999 a 2003)
Título: "Los pies" (Luis Piedra Hita) Allí donde empezó todo
Existen unos pequeños seres de los que, poco a poco, nos hemos ido distanciando: los pies.
Cuando nacemos nos llevamos muy bien con los pies. Los bebés, cuando están en la cuna, se dan besos en los pies, les dan la mano… Es como si se saludaran a sí mimos pero por el otro lado, como si aún no tuvieran claro qué va ser lo de arriba, la cabeza o el culo. El bebé te mira desafiante, como diciendo: “Pues yo le doy la mano al pie. Hazlo tú, a ver si hay huevos”.
Al final, a los pies les toca abajo. Nosotros vamos creciendo, la estatura se nos sube a la cabeza y los pobres pies se van quedando allí lejos. Cada vez que hay que bajar a hacer una gestión a los pies da mucha pereza. Ponerse los calcetines, atarse los cordones… Cuando uno se ducha, raras veces se frota los pies. Te frotas el pecho, los brazos, el cuello, miras para abajo, ves que toda el agua jabonosa va cayendo en los pies y piensas: “No hace falta que me agache. Ya con eso llega”.
Cada año que pasa, nos separamos más de ellos. Dicen que la distancia hace el olvido, de hecho, ¿alguna vez os habéis fijado en los pies de los abuelos? Es como si estuvieran abandonados. Para mí que ya no se acuerdan de que tienen pies.
Sin embargo, a lo largo de nuestra vida los pies no dejan de hacer cosas para llamarnos la atención. Un día vamos caminando descalzos por casa y el dedo meñique se lanza de cabeza contra la pata de la cama. ¿Para qué? Para llamar nuestra atención. Otro día al pie le da por generar caviar. Y si ve que no le hacemos caso, el pie se duerme. ¡Aunque sea de día! Es un fenómeno fascinante cuando se duerme un pie. Es como si en las venas, en vez de sangre, tuvieras agua con gas. Notas las burbujitas.
El pie quiere jugar, como cuando bajamos a cortarnos las uñas, que el pie nos las lanza disparadas para que las busquemos, como el que le lanza una pelota a un perro. Lo que pasa es que es imposible encontrarlas, pues las uñas tienen forma de bumerán. Una uña sale disparada, la ves, sigues la trayectoria, calculas dónde puede caer, pero a mitad de camino vuelve y te rompe los esquemas. Es como cuando haces que lanzas una pelota a un perro, pero en realidad no la lanzas.
Los podólogos son los únicos que dedican tiempo a los pies. Son tíos raros. ¿Para que necesitan la bata blanca? ¿Qué parte del pie creen que les va a salpicar? Un tío que corta uñas de los pies no necesita una bata blanca, necesita gafas de protección. Los podólogos ven todas las cosas que hacen los pies, sobre todo, los pies de las chicas, que hacen cosas muy raras. ¿Por qué el dedo meñique de las chicas tiene filo? Están afilados como cuchillos, no deberían dejarlas subir a un avión con esos dedos. Creo que las chicas, cuando no las vemos, patinan descalzas sobre hielo, por eso cuando se acuestan tienen los pies tan fríos. Eso, o es que las venas sólo les llegan hasta los tobillos.
Los pies llaman nuestra atención para demandar cariño. Un día estás calzándote un mocasín, metes un dedo de la mano a modo de calzador para que entre el zapato, y el talón te lo aprisiona. ¿Para qué? Para que no te escapes, para estar un ratito con nosotros.
Deberíamos prestar más atención a los pies y a los zapatos. Si lo hiciéramos nos daríamos cuenta de que los zapatos y los pies dicen mucho de la economía y la salud moral de este planeta. En este mundo sólo hay dos tipos de países, aquellos en los que hay más pies que zapatos y aquellos en los que hay más zapatos que pies.("Los pies" del libro "Dios hizo al mundo en siete días... y se nota" de Luis Piedra Hita: http://luispiedrahita.com/blog/)
Título: RECETAS PARA EL AMOR
¿El amor es sólo una cuestión de dar con la receta adecuada? ¿Realmente se reduce a eso? Y si fuese así, ¿cómo descubrir lo que necesitamos o deseamos comer, en cada oportunidad que nos da la vida de cambiar el menú? Porque no todos los días una tiene ganas de comer lo mismo. Ni de hacer lo mismo. Ni siquiera de “ser la misma”.
Si, como dicen las revistas, hay tipos de amores, o mejor dicho, relaciones tipo; y, en consecuencia, una receta para cada uno de ellos, entonces... ¿Cómo podría ser cada una de esas recetas? Veamos...
Si, como dicen las revistas, hay tipos de amores, o mejor dicho, relaciones tipo; y, en consecuencia, una receta para cada uno de ellos, entonces... ¿Cómo podría ser cada una de esas recetas? Veamos...
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…Y ahora, ¿cómo podría ser cada una de esas relaciones tipo? Veamos...
Relaciones guiso de lentejas: Abundante. Pesado. Con mucha preparación previa. Para chuparse los dedos. Pero al final, mejor dormir sola.
Relaciones ensalada de frutas: Liviana. Fresca. Sin demasiadas complicaciones. Pasado un tiempo corto nadie puede evitar que te mueras por un bife de chorizo.
Relaciones caviar: Oscura. Cara. Siempre tenés la sensación de que todo está divino pero, ¿dónde está la milanesa?
Relaciones sándwich de mortadela: Rápida. Llena pero no alimenta.
Relaciones pancho de estación de tren: Se come de parada. Generalmente cuando decidís comprártelo es porque tenés un hambre voraz, por eso mientras lo engullís tenés la sensación de ser la persona más feliz del planeta, pero apenas terminás el último bocado te prometés no volver a comer esa mierda nunca más en tu vida.
Relaciones arroz integral: Nutritivo pero, salvo que esté muy bien condimentado, no tiene gusto a nada.
Relaciones milanesas de soja: Están de moda, pero a muy poca gente le gustan realmente. Sólo tienen el objetivo de conformarte bajo el lema de que al menos una come sano.
Relaciones torta de chocolate: Ah... una delicia que para que decirles. Ah... una culpa que para que decirles. Generalmente se trata de relaciones en donde la torta que te gusta siempre la compró antes otra persona.
Relaciones pan con manteca: Inevitablemente juntos.
Relaciones pan con dulce de leche: Si están cerca, tarde o temprano necesitarán tocarse.
Y más… (Del libro de monólogos: Amores en Fuga de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2005)
…Y ahora, ¿cómo podría ser cada una de esas relaciones tipo? Veamos...
Relaciones guiso de lentejas: Abundante. Pesado. Con mucha preparación previa. Para chuparse los dedos. Pero al final, mejor dormir sola.
Relaciones ensalada de frutas: Liviana. Fresca. Sin demasiadas complicaciones. Pasado un tiempo corto nadie puede evitar que te mueras por un bife de chorizo.
Relaciones caviar: Oscura. Cara. Siempre tenés la sensación de que todo está divino pero, ¿dónde está la milanesa?
Relaciones sándwich de mortadela: Rápida. Llena pero no alimenta.
Relaciones pancho de estación de tren: Se come de parada. Generalmente cuando decidís comprártelo es porque tenés un hambre voraz, por eso mientras lo engullís tenés la sensación de ser la persona más feliz del planeta, pero apenas terminás el último bocado te prometés no volver a comer esa mierda nunca más en tu vida.
Relaciones arroz integral: Nutritivo pero, salvo que esté muy bien condimentado, no tiene gusto a nada.
Relaciones milanesas de soja: Están de moda, pero a muy poca gente le gustan realmente. Sólo tienen el objetivo de conformarte bajo el lema de que al menos una come sano.
Relaciones torta de chocolate: Ah... una delicia que para que decirles. Ah... una culpa que para que decirles. Generalmente se trata de relaciones en donde la torta que te gusta siempre la compró antes otra persona.
Relaciones pan con manteca: Inevitablemente juntos.
Relaciones pan con dulce de leche: Si están cerca, tarde o temprano necesitarán tocarse.
Y más… (Del libro de monólogos: Amores en Fuga de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2005)
Título: Millones de gordas en busca de un autor
“…El otro día vino una amiga de las más íntimas a casa y me dijo: “Estoy a dieta”. Ok –dije– y ya estaba sacando de mi heladera la gelatina light. (Aclarando la situación antes expuesta) Si una es mujer debe tener su heladera preparada para cualquiera tipo de visita femenina: gordas a dieta, depresivas glotonas, recién divorciadas alcohólicas, embarazadas con falta de calcio, anoréxicas inconscientes, bulímicas compulsivas, profetas de los 3 litros de agua diaria, etc. Y yo estaba más que preparada para recibir a una amiga a dieta simplemente para bajar de peso. ¡Pero me equivoqué!
Ella sin más ni más, rechazó con un gesto despreciativo la poco tentadora gelatina como si le hubiese mostrado un algodón de azúcar a un diabético, y en su lugar sacó de su cartera una bolsa enorme de maní al mismo tiempo que muy holgada de cuerpo –¡qué paradoja!– me decía: “Estoy haciendo la disociada. Por lo que esta semana tengo permitido comer todo el maní y la grasa vacuna que desee. Pero eso sí, tengo prohibido ingerir cualquier tipo de frutas y verduras”.
¿Qué clase de dietas son esas! Que me acuerde, cuando yo era chica –que no fue hace tanto ¿eh?– estar a dieta para adelgazar significaba que mamá nos torturaba comprando el queso Saaverdra sin sal en lugar de la mermelada o el dulce de leche, galletitas Mayco de salvado en lugar de las sándwichs, y manzanas en vez del dulce de batata…” (Del libro de monólogos: Yo, el motivo que mejor conozco de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2006)
Ella sin más ni más, rechazó con un gesto despreciativo la poco tentadora gelatina como si le hubiese mostrado un algodón de azúcar a un diabético, y en su lugar sacó de su cartera una bolsa enorme de maní al mismo tiempo que muy holgada de cuerpo –¡qué paradoja!– me decía: “Estoy haciendo la disociada. Por lo que esta semana tengo permitido comer todo el maní y la grasa vacuna que desee. Pero eso sí, tengo prohibido ingerir cualquier tipo de frutas y verduras”.
¿Qué clase de dietas son esas! Que me acuerde, cuando yo era chica –que no fue hace tanto ¿eh?– estar a dieta para adelgazar significaba que mamá nos torturaba comprando el queso Saaverdra sin sal en lugar de la mermelada o el dulce de leche, galletitas Mayco de salvado en lugar de las sándwichs, y manzanas en vez del dulce de batata…” (Del libro de monólogos: Yo, el motivo que mejor conozco de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2006)
Título: Una mujer siempre depilada
“…Convengamos que una mujer que no se depila es un amigo cariñoso en la cama (Stop). Es verdad que tal vez esto, en algún loquillo, despierte variadas fantasías con relación a dejar fluir su parte más femenina; pero a la hora de tener sexo es “una” la que no los soporta y está pendiente de ellos como si fuesen un integrante más de la relación, casi como un trío: El, los pelos y yo. Y puedo asegurarles que aunque seamos tres, no se parece en nada a una orgía.
Señoras y señores he venido aquí con una afirmación. De ninguna manera esto es una hipótesis. Esto es así: La mujer debe tener su cuerpo siempre acondicionado para recibir una lametada general, sin correr el riesgo, de provocar el desangramiento de las papilas gustativas de su cónyuge, amante ocasional, esposo, zapato que conoció en el 60; que más da. Sobre todo si usted posee más de 30 años, donde las oportunidades no tocan su puerta tan seguido... A decir verdad, no tocan ni su puerta, ni su cerradura, ni su timbre; ni que hablar de su campanita. Mi amiga Pía (la saluda como si estuviese entre los espectadores) me contó, que leyó en una revista –que no pienso decir su nombre- que en la Argentina hay siete mujeres para cada hombre. Y yo pensé: que si para colmo, el día que te toca no estás depilada, ¡estás frita!
Señoritas: el cuerpo debe ser como un jardín militar: siempre prolijito aunque nadie lo disfrute.
Pero ¿cómo estar siempre dispuesta -peladísticamente hablando- sin sufrir e invirtiendo el menor tiempo posible?
(Imitando a la madre) “El sufrimiento es una característica inherente a la mujer”, me dijo mi madre, como siempre lo hacía cada vez que iba a visitarla. Pero esa tarde, sentí que podía revelarme frente a ese mandato. “¡Ese pensamiento es un pensamiento cómodo y retrógrado!” –Le grité, mientras le pegaba el tirón a una de mis piernas repleta de cera y al rojo vivo– Me sentí la persona más contradictoria del mundo. En eso se lo escucha a Federico que desde el otro cuarto me grita: (Imitando a Federico) –“¡No seas maricona. Ni que te estuvieran matando!”–. Porque ¡por supuesto! No sólo tenemos que sufrir, sino que además debemos hacerlo en absoluto silencio. Porque: “Una verdadera mujer no debe mostrase frágil frente al dolor”.
Ahora bien. Si ellos –por casualidad– llegan a quemarse una manito más no sea con el café, les aseguro que no te ayudan a lavar un plato en una semana. ¡Pero no, claro!. Nosotras podemos meternos 55 grados de temperatura en nuestra piel, y ni siquiera contar con el derecho de gritarles a nuestras madres que: (como gritándole a “las madres”) ¡se dejen de joder con eso de la culpa cristiana!
Por eso, a partir de que descubrí y acepté que mi vida –como la del resto de las mujeres– estaba ligada y absolutamente limitada por el estado de mis pelos, es que decidí investigar los distintos métodos de depilación utilizados por mis amigas más cercanas…” (Del libro de monólogos: Yo, el motivo que mejor conozco de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2006)
Señoras y señores he venido aquí con una afirmación. De ninguna manera esto es una hipótesis. Esto es así: La mujer debe tener su cuerpo siempre acondicionado para recibir una lametada general, sin correr el riesgo, de provocar el desangramiento de las papilas gustativas de su cónyuge, amante ocasional, esposo, zapato que conoció en el 60; que más da. Sobre todo si usted posee más de 30 años, donde las oportunidades no tocan su puerta tan seguido... A decir verdad, no tocan ni su puerta, ni su cerradura, ni su timbre; ni que hablar de su campanita. Mi amiga Pía (la saluda como si estuviese entre los espectadores) me contó, que leyó en una revista –que no pienso decir su nombre- que en la Argentina hay siete mujeres para cada hombre. Y yo pensé: que si para colmo, el día que te toca no estás depilada, ¡estás frita!
Señoritas: el cuerpo debe ser como un jardín militar: siempre prolijito aunque nadie lo disfrute.
Pero ¿cómo estar siempre dispuesta -peladísticamente hablando- sin sufrir e invirtiendo el menor tiempo posible?
(Imitando a la madre) “El sufrimiento es una característica inherente a la mujer”, me dijo mi madre, como siempre lo hacía cada vez que iba a visitarla. Pero esa tarde, sentí que podía revelarme frente a ese mandato. “¡Ese pensamiento es un pensamiento cómodo y retrógrado!” –Le grité, mientras le pegaba el tirón a una de mis piernas repleta de cera y al rojo vivo– Me sentí la persona más contradictoria del mundo. En eso se lo escucha a Federico que desde el otro cuarto me grita: (Imitando a Federico) –“¡No seas maricona. Ni que te estuvieran matando!”–. Porque ¡por supuesto! No sólo tenemos que sufrir, sino que además debemos hacerlo en absoluto silencio. Porque: “Una verdadera mujer no debe mostrase frágil frente al dolor”.
Ahora bien. Si ellos –por casualidad– llegan a quemarse una manito más no sea con el café, les aseguro que no te ayudan a lavar un plato en una semana. ¡Pero no, claro!. Nosotras podemos meternos 55 grados de temperatura en nuestra piel, y ni siquiera contar con el derecho de gritarles a nuestras madres que: (como gritándole a “las madres”) ¡se dejen de joder con eso de la culpa cristiana!
Por eso, a partir de que descubrí y acepté que mi vida –como la del resto de las mujeres– estaba ligada y absolutamente limitada por el estado de mis pelos, es que decidí investigar los distintos métodos de depilación utilizados por mis amigas más cercanas…” (Del libro de monólogos: Yo, el motivo que mejor conozco de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2006)
Título: Piedra libre
Noche. Camión de nafta YPF. Una mujer muy joven, con el cabello cubierto de rastas, está sentada en el piso del compartimiento trasero del camión. Una mochila de viaje a su lado. Se encuentra separada de la cabina del conductor por un vidrio polarizado. Aunque se esfuerza por evitarlo, sus manos, temblequean. Las tiene de un color llamativamente rojo, casi bordó.
Mujer de rastas: (Dirigiéndose al conductor) -En cuanto llegue al micro me las corto (Pausa) Las rastas digo. Yo no quería. No quería… Pero ella… Ella fue. Fue culpa de ella. (Se refriega las manos con fuerza) Sabe. Sabe que si me viene el impulso, ¡zas! (Golpea una mano sobre la otra generando un sonido firme y cortante) Hago lo primero que se me cruza por la cabeza. (Pausa) Y mire que tuvo paciencia. Esperó y esperó. Hasta que ya casi faltando un par de días para volver a Buenos Aires, después de hacer el fuego para desayunar en el camping, se me dio por decirle: “Me parece que tenés razón, no son tan feas las rastas” ¡Zas! (Vuelve a golpearse las manos una contra otra). Como siempre. Ni siquiera se por qué dije eso. Un acto de debilidad, una pulsión; que se yo. Y acá me tiene… (Fragmento del monólogo Piedra Libre de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2009)
Mujer de rastas: (Dirigiéndose al conductor) -En cuanto llegue al micro me las corto (Pausa) Las rastas digo. Yo no quería. No quería… Pero ella… Ella fue. Fue culpa de ella. (Se refriega las manos con fuerza) Sabe. Sabe que si me viene el impulso, ¡zas! (Golpea una mano sobre la otra generando un sonido firme y cortante) Hago lo primero que se me cruza por la cabeza. (Pausa) Y mire que tuvo paciencia. Esperó y esperó. Hasta que ya casi faltando un par de días para volver a Buenos Aires, después de hacer el fuego para desayunar en el camping, se me dio por decirle: “Me parece que tenés razón, no son tan feas las rastas” ¡Zas! (Vuelve a golpearse las manos una contra otra). Como siempre. Ni siquiera se por qué dije eso. Un acto de debilidad, una pulsión; que se yo. Y acá me tiene… (Fragmento del monólogo Piedra Libre de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2009)
Título: Preguntas que no merecen respuesta. (Y sin embargo... vamos a dárselas)
“…Este tipo de preguntas pueden encontrarse muy a menudo en las revistas, principalmente en las pertenecientes al mundo femenino. ¿Es que las columnistas ya no tienen nada interesante que preguntarles a las mujeres, o es que las mujeres ya no esperamos más respuestas? Como verán, para sentirme acorde al tema, hice una pregunta bien papa frita e inútil. Veamos:
“Descubrí tus zonas más sexis a partir de tu fecha de nacimiento”
Ahora bien, si yo nací el mismo día que Jennifer Aniston, entonces ¿por qué ella salió con Brad Pitt y yo con Víctor? Quiérase o no, las mujeres no somos todas iguales, hayamos nacido cuando hayamos nacido.
“Te decimos como vestirte según tu signo”
Claro, aunque usted tenga 16 o 40 años, si es de Capricornio se me pone una mini escocesa y unas zapatillas Jhon Fuss fuxias, que le quedarán bárbaras sin discusión
“Te contamos cual es la dieta que mejor te va”
¿A quien quieren engañar? Si todas sabemos que la dieta que mejor nos va es dejar de comer como vacas. Y además, en general, no nos interesa cuál es la dieta que mejor nos va; nos importa cuál es la grasa que más rápida se va. ¿Es tan difícil de entender para los nutricionistas que una cuando hace dieta, lo único que la retiene de suicidarse, es la ilusión de volver a comer cuando adelgace?
“Acertamos tu estilo sólo con tu número de calzado”
Perdón, perdón, perdón. ¿Cómo es eso? Si es TU estilo, pero existen máximo 5 números de zapatos diferentes en los que podés entrar, entonces no se trata de TU estilo; en todo caso será el estilo de todas las mujeres que calcen como vos. A ver, ¿quiénes, por ejemplo, calzan 37? Señoritas: ¡tenemos el mismo estilo! Así que mañana nos pegamos un llamadito y nos ponemos de acuerdo en un mismo estilo. Y si alguna tiene un tiempito, cosa que seguramente a todas nos sobra para dedicarle a estos asuntos de tanta importancia, se arma una cadena de mail, así todas las mujeres que calcen 37 se visten igual a nosotras. ¿Qué les parece?
“Encontrá tu peinado ideal según tu color de pelo”
¿Qué mujer que haya pisado ya los 30 años puede recordar cual era su color de cabello? Y no ahondaremos en los hombres, porque a partir de los 30 es factible que muchos ni siquiera recuerden lo que significaba la palabra pelo.
“¿Cómo retener a un hombre huidizo?”
Sencillo: Elimine su naturaleza, arránquelo de toda identidad y obtendrá un lindo esposo-mascota a su medida; del cual no se enamorará jamás, pero tal vez tenga suerte y en las mañanas le lleve el diario a la cama moviendo la cola.
“¿Cómo vestirse a los 40?”
¿Se dan cuenta que la pregunta está absolutamente mal formulada?: ¿Cómo vestirse a los cuarenta?. Cuando lo que deberíamos preguntarnos - en el caso de tener ganas de preguntarnos algo – es: ¿Cómo desvestirse a los 40? Sería más que fructífero si algunas preguntas las revirtiéramos antes de responderlas. Entonces, antes de respondernos: ¿Qué es lo que ellos quieren de nosotras? Primero podríamos preguntarnos: ¿Qué es lo que nosotras queremos de nosotras? Ególatras por excelencia... es increíble que no lo hagamos más seguido.
Escuchen ésta (la memoricé de una revista femenina de Internet):
“Si comenzás una relación de grande se moverá más rápido“
La que se mueve más lento sos vos: Por los juanetes, la escoliosis de 15 años delante de una computadora, y los ovarios que te pesan de tanto esperar y esperar a tu príncipe azul.” (Del libro de monólogos: Yo, el motivo que mejor conozco de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2006)
“Descubrí tus zonas más sexis a partir de tu fecha de nacimiento”
Ahora bien, si yo nací el mismo día que Jennifer Aniston, entonces ¿por qué ella salió con Brad Pitt y yo con Víctor? Quiérase o no, las mujeres no somos todas iguales, hayamos nacido cuando hayamos nacido.
“Te decimos como vestirte según tu signo”
Claro, aunque usted tenga 16 o 40 años, si es de Capricornio se me pone una mini escocesa y unas zapatillas Jhon Fuss fuxias, que le quedarán bárbaras sin discusión
“Te contamos cual es la dieta que mejor te va”
¿A quien quieren engañar? Si todas sabemos que la dieta que mejor nos va es dejar de comer como vacas. Y además, en general, no nos interesa cuál es la dieta que mejor nos va; nos importa cuál es la grasa que más rápida se va. ¿Es tan difícil de entender para los nutricionistas que una cuando hace dieta, lo único que la retiene de suicidarse, es la ilusión de volver a comer cuando adelgace?
“Acertamos tu estilo sólo con tu número de calzado”
Perdón, perdón, perdón. ¿Cómo es eso? Si es TU estilo, pero existen máximo 5 números de zapatos diferentes en los que podés entrar, entonces no se trata de TU estilo; en todo caso será el estilo de todas las mujeres que calcen como vos. A ver, ¿quiénes, por ejemplo, calzan 37? Señoritas: ¡tenemos el mismo estilo! Así que mañana nos pegamos un llamadito y nos ponemos de acuerdo en un mismo estilo. Y si alguna tiene un tiempito, cosa que seguramente a todas nos sobra para dedicarle a estos asuntos de tanta importancia, se arma una cadena de mail, así todas las mujeres que calcen 37 se visten igual a nosotras. ¿Qué les parece?
“Encontrá tu peinado ideal según tu color de pelo”
¿Qué mujer que haya pisado ya los 30 años puede recordar cual era su color de cabello? Y no ahondaremos en los hombres, porque a partir de los 30 es factible que muchos ni siquiera recuerden lo que significaba la palabra pelo.
“¿Cómo retener a un hombre huidizo?”
Sencillo: Elimine su naturaleza, arránquelo de toda identidad y obtendrá un lindo esposo-mascota a su medida; del cual no se enamorará jamás, pero tal vez tenga suerte y en las mañanas le lleve el diario a la cama moviendo la cola.
“¿Cómo vestirse a los 40?”
¿Se dan cuenta que la pregunta está absolutamente mal formulada?: ¿Cómo vestirse a los cuarenta?. Cuando lo que deberíamos preguntarnos - en el caso de tener ganas de preguntarnos algo – es: ¿Cómo desvestirse a los 40? Sería más que fructífero si algunas preguntas las revirtiéramos antes de responderlas. Entonces, antes de respondernos: ¿Qué es lo que ellos quieren de nosotras? Primero podríamos preguntarnos: ¿Qué es lo que nosotras queremos de nosotras? Ególatras por excelencia... es increíble que no lo hagamos más seguido.
Escuchen ésta (la memoricé de una revista femenina de Internet):
“Si comenzás una relación de grande se moverá más rápido“
La que se mueve más lento sos vos: Por los juanetes, la escoliosis de 15 años delante de una computadora, y los ovarios que te pesan de tanto esperar y esperar a tu príncipe azul.” (Del libro de monólogos: Yo, el motivo que mejor conozco de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2006)
Título: Una mujer siempre dispuesta: La verdad sobre los cuentos de hadas.
“¿Cuántas son las cosas que estamos dispuestas a hacer por un hombre?
Y no hablo de “el hombre”. Sino por cualquier individuo del sexo masculino que consideremos necesario que permanezca a nuestro lado por alguna razón, ya sea: amor, excitación, tranquilidad, compañía, diversión o, en el peor de los casos, porque un día nos olvidamos de decirle que se fuera, y ahora ¿para qué? Si a partir de que se compró los auriculares para la tele ya ni siquiera molesta.
Tal vez esto parezca una locura, pero les aseguro que las mujeres somos capaces de hacer 1.500 kilómetros en monopatín, si tan sólo sospechamos la posibilidad de encontrarnos con el amor de nuestra vida. Las madres, abuelas y tías de la familia se encargaron de leernos incansablemente cuentos y más cuentos de príncipes azules durante toda nuestra infancia. Y nosotras parece que nos sentimos en la obligación de mantener viva la ilusión de que un día nos suceda lo que a Cenicienta. O al menos lo que a Blanca Nieves, que a falta de príncipe azul, se consiguió 7 enanitos para irse de joda ¡Una que de pequeña la consideraba tan ingenua y modosita! Y ahora, después de tantos años, viene a descubrir que era una piola bárbara. Un hombre para cada día de la semana se consiguió la muy zorra. Es verdad que no eran Brad Pitt, y que eran más petizos que Dani De Vito, ¡pero eran 7! Yo ni siquiera cuento con un gnomo para salir los sábados.” (Del libro de monólogos: Amores en Fuga de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2005)
Y no hablo de “el hombre”. Sino por cualquier individuo del sexo masculino que consideremos necesario que permanezca a nuestro lado por alguna razón, ya sea: amor, excitación, tranquilidad, compañía, diversión o, en el peor de los casos, porque un día nos olvidamos de decirle que se fuera, y ahora ¿para qué? Si a partir de que se compró los auriculares para la tele ya ni siquiera molesta.
Tal vez esto parezca una locura, pero les aseguro que las mujeres somos capaces de hacer 1.500 kilómetros en monopatín, si tan sólo sospechamos la posibilidad de encontrarnos con el amor de nuestra vida. Las madres, abuelas y tías de la familia se encargaron de leernos incansablemente cuentos y más cuentos de príncipes azules durante toda nuestra infancia. Y nosotras parece que nos sentimos en la obligación de mantener viva la ilusión de que un día nos suceda lo que a Cenicienta. O al menos lo que a Blanca Nieves, que a falta de príncipe azul, se consiguió 7 enanitos para irse de joda ¡Una que de pequeña la consideraba tan ingenua y modosita! Y ahora, después de tantos años, viene a descubrir que era una piola bárbara. Un hombre para cada día de la semana se consiguió la muy zorra. Es verdad que no eran Brad Pitt, y que eran más petizos que Dani De Vito, ¡pero eran 7! Yo ni siquiera cuento con un gnomo para salir los sábados.” (Del libro de monólogos: Amores en Fuga de Natalia Aparicio. Buenos Aires, 2005)
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